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El Papa Francisco pide perdón «a Dios y a las personas afectadas» por pecados como los abusos, silenciar a la mujer o el colonialismo

Preside una vigilia penitencial en el Vaticano para «restablecer la confianza dentro de la Iglesia y en la Iglesia, rota por nuestros errores»

El Papa dice que «hay que llorar» por el naufragio de migrantes en Canarias

EFE
Javier Martínez-Brocal

Javier Martínez-Brocal

Corresponsal en el Vaticano

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Durante una intensa vigilia penitencial este martes en el Vaticano, el Papa Francisco ha pedido perdón a Dios y a quienes han sido «heridos» por los pecados de los católicos. En la ceremonia han contado sus historias una víctima de abusos, una víctima de la guerra, y una víctima de «la indiferencia ante las migraciones». La lista de pecados ha sido muy amplia y ha incluido la complicidad con la esclavitud y el colonialismo, la falta de valentía en reconocer la dignidad humana, y haber silenciado, subyugado y explotado a la mujer. «Sentimos vergüenza», ha asegurado el Papa.

Francisco ha compuesto personalmente las peticiones de perdón, leídas por cardenales «en nombre de todos los bautizados». Igual que durante el Jubileo del año 2000, Juan Pablo II pidió perdón por los pecados de los católicos para que la Iglesia «purificara su memoria» antes de entrar en el segundo milenio, el Papa ha preparado esta «vigilia penitencial» para que el sínodo que inaugura este miércoles abra paso a una nueva etapa.

«¿Cómo podemos ser creíbles en la misión si no reconocemos nuestros errores y no nos inclinamos para curar las heridas que hemos causado con nuestros pecados? No podremos invocar el nombre de Dios sin pedir perdón a nuestros hermanos y hermanas, a la tierra y a todas las criaturas», ha explicado el Papa. «Confesarlos es una oportunidad para restablecer la confianza dentro de la Iglesia y en la Iglesia, una confianza rota por nuestros errores y pecados, y para empezar a curar heridas que no dejan de sangrar», ha añadido.

El testimonio de tres «víctimas del pecado»

En la ceremonia, de más de una hora, Francisco ha escuchado el testimonio desgarrador de tres «víctimas del pecado». Con tono emocionado, el sudafricano Laurence Gien se ha presentado como «superviviente al abuso sexual por parte de un miembro del clero católico». «Un depredador se fijó en mí, un niño de 11 años. Durante varios meses utilizó elogios, castigos físicos, manipulación psicológica y otras herramientas de su arsenal para manipularme y engatusarme. Finalmente, me llevó de la mano a un lugar oscuro donde, en un silencio a gritos, me arrebató lo que nunca se debe arrebatar a ningún niño. Desde entonces, durante los últimos cincuenta y tres años, he tenido que seguir adelante con este perpetrador estampado en mi alma», ha narrado.

Gien ha reprochado que «durante décadas, las acusaciones fueron ignoradas, encubiertas o afrontadas internamente, en lugar de ser reportadas a las autoridades» y que eso «no solo ha permitido que los abusadores continúen con su comportamiento, sino que también ha erosionado la confianza que muchos alguna vez depositaron en la institución». «La reticencia a abordar estos crímenes de manera abierta ha sido un perjuicio para las víctimas y una traición a las responsabilidades éticas y espirituales de la Iglesia», ha añadido ante Francisco.

Por su parte, Sara Vatteroni, que trabaja en la acogida de migrantes en Italia, ha comparado lo que ocurre en los cayucos con los «campos de exterminio donde hombres y mujeres perdieron su identidad como individuos, comunidades, personas y dejaron de ser personas, para ser números, cuerpos que intentaban sobrevivir, muchas veces en detrimento de los demás». La religiosa siriana Deema Fayyad ha mencionado que «el dolor profundo de la guerra empuja a uno a encerrarse en el propio tormento, sin poder entrar en contacto con el dolor de los demás». Este aislamiento lleva a «etiquetar al otro como un enemigo y en casos extremos, a deshumanizarlo y justificar su asesinato».

A continuación, bajo la cúpula de San Pedro, siete cardenales han tomado la palabra «en nombre de todos los bautizados» para «pedir perdón a Dios sintiéndome avergonzado» por faltas concretas. La idea era «reconocerse parte de aquellos que por omisión o acción se convierten en causa de sufrimiento, responsables del mal sufrido por los inocentes e indefensos», han explicado los organizadores en un comunicado.

Oswald Gracias, arzobispo de Mumbai (India), ha pedido perdón por «la falta de valentía en el reconocimiento de la dignidad infinita de cada vida humana en todas sus fases, especialmente los niños, los enfermos, los pobres»; y también por no haber defendido «el derecho a tener un trabajo, una tierra, un hogar, una familia, una comunidad en la que vivir libremente, del valor que es el paisaje y la cultura de cada zona del planeta».

El jesuita Michael Czerny, del dicasterio para el Desarrollo humano integral, ha pedido perdón «por cuando no hemos reconocido el derecho y la dignidad de toda persona humana, discriminándola y explotándola —pienso en particular en los pueblos indígenas— y cuando hemos sido cómplices de sistemas que han fomentado la esclavitud y el colonialismo».

Seán O'Malley, cardenal activo en la lucha contra lo abusos, ha pedido perdón por «las veces que hemos sido cómplices o hemos cometido directamente abusos de conciencia, abusos de poder y abusos sexuales». Kevin Farrell, del Dicasterio para los laicos, la familia y la vida, lo ha hecho «especialmente en nombre de los hombres», «por las veces que no hemos reconocido y defendido la dignidad de la mujer, cuando la hemos hecho muda y subyugado, y no pocas veces explotado, en particular a monjas». También, «por todas las veces que hemos juzgado y condenado» a las parejas «antes de ocuparnos de la fragilidad y las heridas de la familia».

El prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Víctor Manuel Fernández, ha pedido perdón «por todas las veces que hemos dado justificación doctrinal a un trato inhumano». El español Cristóbal López Romero, arzobispo de Rabat (Marruecos), ha pedido perdón por las veces que en vez de ayudar a los pobres «hemos preferido adornarnos a nosotros mismos y al altar con una preciosidad culpable que quita el pan a los hambrientos».

Por último, el austriaco Christoph Schönborn, arzobispo de Viena ha pedido perdón por las veces que la Iglesia ha «transformado la autoridad en poder, sofocando la pluralidad, no escuchando a las personas, dificultando la participación de tantos en la misión de la Iglesia».

La mayoría de los asistentes eran los participantes en la segunda sesión plenaria del Sínodo de la sinodalidad que se inaugura este miércoles en Roma. La idea es concretar la estructura sinodal del gobierno de la Iglesia. En la asamblea intervendrán 523 personas, de las que 368 tienen derecho a voto. Entre los votantes hay 53 mujeres. Hay 21 españoles convocados para las reuniones, que se clausurarán el 27 de octubre.

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