Jenni Hermoso corrobora ante la Fiscalía que no consintió el beso de Rubiales: «No se me respetó como jugadora ni como persona»
Se conoce por primera vez la declaración de la futbolista de la selección, revelada por Telecinco
Telecinco filtra el testimonio íntegro de Jennifer Hermoso ante la Fiscalía: «No me merezco haber vivido esto»
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La futbolista Jenni Hermoso no consintió el beso de Rubiales en la entrega de medallas de la final del Mundial de femenino de fútbol. «Claramente me sentí no respetada, en ese momento no se me respetó en ningún momento ni como jugadora ni como persona». Eso dijo la jugadora ante la Fiscalía, según ha revelado en exclusiva el programa de Telecinco 'Código 10'.
La versión de la jugadora, que aseguró sentirse «en shock», contradice la del expresidente de la Federación, que en rueda de prensa afirmó que el beso fue «espontáneo, mutuo y consentido».
«Él pega un brinco sobre mí, a la que baja, lo único que recuerdo que me dijo es 'Este Mundial lo hemos ganado gracias a ti' y lo siguiente ya fueron las manos en mi cabeza y ahí ya no escuché nada más y fue cuando me propinó el beso», dijo Hermoso ante la Fiscalía, algo que también niega la versión de Rubiales.
La jugadora declaró que no tuvo capacidad de reaccionar. «Ni me lo esperaba, cómo me iba a esperar que en ese escenario, que era una entrega de medallas de una final... ni busqué ese momento ni hice nada para que se llevara a cabo ese acto».
Hermoso afirmó en su declaración que lo que hizo al volver con sus compañeras fue contárselo a dos de ellas, Alexia Putellas e Irene Paredes. «En ningún momento me podía esperar que pasara así... era una persona de confianza y nadie se esperaría que iba a usar ese momento para hacer algo así».
«No quería robar el protagonismo»
La campeona mundial de fútbol justificó el haber celebrado el triunfo con sus compañeras porque «no quería robar el protagonismo de ningún tipo». «No creo que mereciera la pena actuar de otra manera», afirmó, para añadir que lo contrario habría sido meterlas a ellas «en algo que no habían tenido culpa. Ni yo, por supuesto», aclaró.
Una vez en el vestuario con sus compañeras, la directora deportiva de la selección entró para pedir a Jenni que saliese, que Rubiales quería hablar con ella. «Me dice que se está hablando mucho del beso y yo ahí le digo 'yo sé cómo ha sido y esto no ha estado bien y sabes que te va a caer porque lo que has hecho lo has hecho delante de todo el mundo».
«Cuando me saca sé que me va a decir algo y ya salí y ya iba pensando que me iba a soltar alguna para quitarle fuerza a ese asunto, porque yo no era consciente». La futbolista afirmó que en ese momento empezó a sentirse «un poco incómoda», al tiempo que fue viendo que «algo más grave estaba pasando, que lo que había sucedido no era algo muy normal y no había sido normal en ningún momento».
Tras eso, ambos entraron en el vestuario y Rubiales les anunció a las jugadoras que tenían «un viaje pagado a Ibiza». Mientras lo decía, «cogía del hombro» a Hermoso, según ha contado.
La bajaron del autobús
Después de ese episodio, Hermoso sufrió otro acoso en el autobús en el que estaban siendo trasladadas hasta el aeropuerto. Entonces, Patricia Pérez, la jefa de prensa del femenino, y Pablo garcía Cuervo, el director de comunicación, pidieron que la jugadora bajase para enseñarle un comunicado que acabaron difundiendo y que querían que ella hiciese suyo. «No escribí ni dije ninguna palabra de ese escrito», explicó a la fiscal.
«Yo no quiero hacer esto, dije haced lo que querais», indicó la campeona, que denunció haberse sentido de nuevo coaccionada.
En la declaración, la fiscal le preguntó a Hermoso cómo era la relación entre ambos antes del beso. «Un trato normal cordial, formal...», definió la profesional, que añadió que igual que con el resto del equipo.
Posteriormente, una vez en el avión, Rubiales intentó convencer a Jenni Hermoso para que saliese junto a él en un vídeo dando explicaciones de lo sucedido. «Me dijo 'la que se está formando por el beso, me tienes que ayudar, tienes que salir conmigo en un vídeo ahora, porque me están llamando violador, acosador, que te he agredido».
La jugadora fue contundente: «Le digo que no», indicó. «Y ahí me puse hasta nerviosa y me sentí muy incómoda (...) Me dijo yo soy muy buena persona y yo también creo que tú eres muy buena persona y si ayudas a una buenas persona... me dijo tienes que hacerlo por mis dos hijas que están ahí llorando».
Al negarse ella, Rubiales pasó a mandar a alguien a hablar con la familia de Hermoso. Y ese alguien fue el exseleccionador, Jorge Vilda, que merodeó varias veces por donde estaba el hermano de la jugadora, hasta que al fin le encontró despierto. «Mi hermano me dijo que estaba dejando como caer que si yo ayudaba, me iba a ir bien, y que era lo que tenía que hacer, que al final yo había hecho mucho por estar ahí y que me convenciera de alguna manera para ayudarles».
Pero la presión no acabó en su hermano. Una vez en Ibiza, cargos próximos a Rubiales comenzaron a perseguir a Ana, una de sus mejores amigas, para insistir en que hablase con Albert Luque. «Era un acoso total», expresó Hermoso, que añadió que ya se enfadaba hasta con su amiga.
«Él le dijo que quería hablar conmigo, que él me había hecho muchos favores...», indicó Hermoso, que no accedió a lo que querían desde el entorno de Rubiales y de quien Luque dijo que tenía bajeza humana.
La campeona lamentó que nadie la protegiese: «Me pedían que les ayudara, pero en ningún momento sentí que nadie estuviera dando la cara por mí cuando yo en ningún momento buscaba nada de lo que había pasado».
«En ningún momento me sentí cómoda»
Preguntada por las bromas iniciales de sus compañeras respecto al beso, Hermoso justificó que «en ese momento la mitad no había visto ni las imágenes, no sabía ni lo que había pasado».
Sin embargo, la jugadora añadió que «en ningún momento» se sintió cómoda. «En ese momento que estamos en ese autobús yo ahí ya estaba un poco más nerviosa, sabía que la situación había sido conmigo».
«No merezco haber vivido esto», afirmó también Hermoso, que lamentó entre lágrimas que para ella fue «muy difícil» el no poder salir de su casa y tener que irse de Madrid. «¿Por qué tengo que estar reprimida o llorando en una habitación cuando yo no he hecho nada?», lanzó.
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